miércoles, 29 de diciembre de 2010

Fantasìa # 1 (racconto)

Un reciente traspiés que evoca el pasado. No controlo lo desmedido de mis entregas. Nunca uso gotero...:
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"No puedes aceptar la realidad", fue lo último que le oyó decir antes de que se cortara la llamada. En la avenida La Marina, a las once de la noche, en un martes friolento y sintiéndose excepcionalmente sola, tuvo que lidiar con lo que acababa de escuchar. Un hombre que la quería desde la lástima se había aburrido ya del juego. No era la primera vez. Se habían alejado y juntado por cinco años. No era la primera vez...
Dio la vuelta en u para caminar sin rumbo cuando un tipo se le acercó mucho para preguntarle la hora. Al minuto ya estaba montada en un taxi con dirección a casa. Aún quedaba el instinto de protección, quizá no todo estaba perdido. En el asiento de atrás se libraba una de las tantas batallas de la guerra de los cien años. Un mensaje de texto rezaba el eterno "anda a tu casa. Mañana hablaremos".


Esta era otra oportunidad para escapar del pasado de un tiro ¿qué si no lo buscaba al día siguiente? El tiempo les había probado a ambos que dialogar era un oficio inútil. Las lágrimas le ganaban. Sollozó bajito, miró al taxista de reojo por el retrovisor a ver si se daba cuenta, pero no. Abrió el libro que estaba por terminar, lo cerró, lo abrió, leyó y releyó líneas. Estaba dando la lucha, quería saber hasta dónde podía llegar con ese cuerpo y ese cerebro si se dejaba extirpar el cáncer. Pensó a un par de amigos. terminó de leer la página 248.

Ese minúsculo avance la llenó de satisfacción que devino en ansiedad en cuestión de segundos. Se detuvo a la mitad de la siguiente página: quería saber ahí mismo si iba a lograrlo. Ya estaba por el aeropuerto. Vuelta a la derecha, izquierda, derecha, izquierda otra vez. Derecha. Vivía en un puto laberinto.

Le agradó el taxista. Nunca habló ni le preguntó por qué lloraba, solo se limitó a manejar y a preguntar si la avenida de enfrente era Dominicos. Gente de frialdad afable que hace la vida menos complicada como un electrodoméstico. Odiaba dar explicaciones, excusas y era justo lo que tendría que hacer al cruzar la puerta de la sala. Saludó al perro pero no al abuelo.

Encerrada en la habitación, comenzó a esbozar una vida sin él. Una vida en la que esa relación fragosa no tuviera lugar. Sabe que si desaparece no la buscaría, que todo había descansado en su afán por no soltar la ilusión de los diecisiete años: aquel joven delgado de cabello largo con olor a libro viejo, cuero y marihuana; de modales refinados, amante de Baudelaire, no obstante del grunge. Un tipo como muchos que entró en su vida por ser la maldita hora correcta, cruel azar.

Esa noche soñó que lo llamaba a casa pero contestó un flaco aprensivo y egoísta, estudiante de Derecho con cabellos recortados a medida. ¿Aló?- Por fin me contestas, infeliz- ¿Ahora qué quieres? Ya te he dicho que no me gusta que me estén llamando a cada rato ¿No tienes qué hacer? ¿No sabes hacerte extrañar?- Darling, guarda esos humos para el café..."

4 comentarios:

  1. Hay mucha ficción acá. Sobre todo porque tú nunca has leído un libro hasta la página 248.

    Bah, es broma. Qué bueno que defogues. Te sigo queriendo. Un abrazo.

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  2. quien es usted? no lo conozco y obviamente usted tampoco a mi. Si un libro tiene 200 paginas, es muy dificil llegar a la 280.

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  3. ¿Y el libro de arena? ¿Y Rayuela y su desorden?

    Es una posibilidad. Remota, pero es.

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  4. ah ya se quien eres. El libro de arena me lo robaron creo, en alguna arranchada. Nuevito nomás. Rayuela. Alguien prometió prestarme una mejor edición. Sigo esperando.

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